El vestido de colores: ilusión o realidad?

Dr Conrado Estol
¿Porqué diferentes personas ven al famoso vestido en colores diferentes?
Hice una búsqueda en internet (en inglés y español) para leer las diferentes respuestas ofrecidas. También pregunté entre conocidos de diversos ambientes, cuál era su interpretación sobre los diferentes colores en que distintas personas ven el vestido. Ninguna de las respuestas explicaba claramente el fenómeno que se “viralizó” en internet con la fuerza que aún pocas noticias científicas (u otra) de importancia lo ha hecho antes…
Ya se han presentado votaciones entre más de dos millones de personas mostrando que aproximadamente el 70% dice que el vestido es dorado y blanco. El resto lo ve azul y negro. En tono
de broma, alguien comentó que las estadísticas están divididas entre quienes lo ven dorado y blanco y los que están equivocados….
De acuerdo a la casa que lo diseñó y vende (Roman Originals) el vestido es azul y negro. El impacto general que causó este fenómeno también afectó a mi familia ya que entre 6 personas que miramos
la foto, solo uno de mis hijos lo vio azul y negro. A la sorpresa (y durante un rato la creencia de que se burlaba del resto…) siguió la convicción de que debíamos llevarlo a un control con el oftalmólogo…
La respuesta más concreta se encuentra -como era esperable- en conocer la fisiología de la retina en
el ojo. La retina es el “lente” que tiene el complejo sistema de visión humano. En ese lente, los
sensores son neuronas que se activan con diferentes intensidades de luz, imágenes y sus colores. Existen unas 5 millones de neuronas que por su forma se llaman “conos” y están acumulados más densamente en un área específica de la retina, que es donde caen las imágenes cuando miramos algo.
Estos conos se activan con luz (la retina tiene otras neuronas en un número mayor a 100 millones, apropiadamente llamados “bastones” para las imágenes nocturnas básicamente percibidas en blanco y negro) y aquí viene la respuesta al “misterio” del vestido camaleónico (atención al siguiente párrafo!): existen conos que registran el espectro de colores con una longitud de onda Corta (azul y sus gamas), otros para el verde y su espectro con una longitud de onda Media y los que registran los colores con longitud de onda Larga (rojo).
Podemos ver todo el espectro de colores gracias a la combinación de los estímulos que estos conos emiten para el espectro del rojo, verde y azul en diferentes proporciones según el color de lo que vemos. Para poder “ver” AZUL, se deben activar conos para percepción del espectro con longitud de onda corta. Si tuviésemos una “restricción” en los conos disponibles para detectar el azul, veríamos alguna gama de gris que resulta de la mezcla entre la activación de los conos para el rojo, verde y
más limitado para azul en este ejemplo (una mezcla balanceada de los tres colores, permite ver
blanco). El negro se ve como resultado de la activación de conos en el espectro del rojo (magenta), amarillo y azul claro. Si hay un déficit en la activación de la gama del azul, la combinación remanente
del espectro rojo y verde es….dorado (o su gama). En la iluminación promedio diurna, los conos que más se activan son los de longitud Mediana y Larga en proporciones casi equivalentes, lo que lleva a que el verde y amarillo sean los colores mejor detectados.
Y el problema es que casi el 70% de conos en la retina detectan los espectros de mayor longitud de onda correspondiente al rojo, amarillo, naranja (colores “cálidos”) y menos de un 10% corresponden
a los que detectan el espectro del azul (colores “fríos”). Además, estos últimos están distribuidos en forma errática. Por lo tanto, quienes ven al vestido azul y negro (su color original) tienen mejor
actividad en los -limitados- conos para percepción del espectro azul.
Lo anterior explica cómo a partir de una alteración en el balance de actividad de los conos azules, la percepción de ciertos colores puede cambiar radicalmente. Y el hecho de que los conos para el azul
son muchos menos que para rojo y verde, justifica que en ciertas condiciones, algunas personas
tengan una percepción alterada de los colores observados (y que sean menos los que tienen un funcionamiento óptimo de los 3 tipos de conos).
Pero aún falta un aspecto que explique por qué en un grupo de varias personas, la mayoría ve al vestido dorado y blanco como si tuviesen una alteración marcada en los conos para detección del espectro azul. La respuesta (y clave para entender este “enigma”) es incorporar en este momento la idea de “ilusión óptica” (apoyada en el conocimiento sobre la fisiología de los conos en la retina).
Newton fue el primero en proponer que los objetos no tienen colores inherentes sino que al recibir
luz reflejan un color y absorben el resto. Nuestros ojos (y cerebro) interpretan el “color” según la longitud de onda de la luz que reciben reflejada. Y esto depende en gran medida del grado de iluminación que recibe el objeto observado (el mismo objeto en la sombra o en un área iluminada puede verse con diferentes colores).
Sin embargo, el sistema de visión humano está preparado para, en general, mantener la visión de
un mismo color en forma relativamente independiente de la iluminación que reciba el objeto mirado. Esto se llama “constancia de color” (imaginemos que miramos correr a nuestro perro en un espacio abierto. Sería terriblemente difícil identificarlo si el cerebro no mantuviera estables los diferentes colores del animal y su contexto en movimiento…).
En la foto del vestido, no hay clara indicación del estado de iluminación. Uno podría interpretar que
hay luz de fondo y el vestido está en la sombra (caso en que el ojo elimina el componente azul y lo ve dorado y blanco) o que el vestido está en un área iluminada y por lo tanto los colores están
“diluidos” por la luz (y el cerebro los percibe en tono oscuros de azul y negro). Y el punto, es que diferentes personas, con la misma foto, toman diferentes indicios para concluir el estado de iluminación del vestido y esto influye en el color que lo verán. Si el vestido se hubiese mostrado en
un cuarto con iluminación definida y junto a elementos de contraste marcado (ejemplo: blanco y negro), seguramente la mayoría de las personas podrían interpretar correctamente los colores como azul y negro.
Resumen: el cerebro humano tiene algoritmos de corrección para mantener la percepción correcta
de un color aunque su iluminación cambie. Pero las condiciones de iluminación en el vestido alteran
la capacidad de “constancia de color” en ciertas personas que verán el negro diluido hacia la gama del gris que a su vez se reemplaza con dorado cuando la persona asume una iluminación azulada de
fondo (dorado y azul combinados resultan en gris). Por ejemplo, el blanco en la sombra se ve azul a negro pero el cerebro corrige esta percepción para seguir viéndolo blanco, y si la corrección no es la adecuada, entonces lo verá azul-negro. El caso del vestido es particular en que la mezcla de colores y la iluminación logran engañar el cerebro de algunas personas. Para los que ven la versión blanca y dorada, si focalizan la mirada en el vestido frunciendo los ojos, seguramente lo verán mutar hacia
azul y negro o sus gamas.
Independientemente de características particulares de la retina en cuanto a las neuronas que
detectan el espectro de onda que corresponde al color azul, con la iluminación y contrastes
adecuados, todas las personas verían al vestido en su color original, azul y negro. Sin embargo, la diferente proporción de conos retinales para la detección de colores fríos (azul y su gama) combinado con un contexto especial de iluminación que puede generar una confusión en la capacidad de interpretación cerebral, lleva a que el color pueda ser visto en otras gamas por diferentes personas.
A todos nos queda claro que el “síndrome del vestido” ocurre todos los días en menor o mayor grado cuando alguien describe (en general ropa y autos) colores que otros no reconocemos como tales. Cuántas veces nos hemos encontrado preguntando (o discutiendo) con un vendedor si ese traje o vestido es azul o negro. Esto ocurrirá más aún cuando el color en discusión es lavanda, lila, ocre, calipso, cian, ceniza, índigo, kaki o bermellón, por solo citar algunos! El caso del vestido es un extremo de esta situación tan frecuente…
Volviendo al limitado componente de conos para la detección del azul, esto se refleja claramente en la historia de la humanidad. En la mayoría de los escritos de la antigüedad, es excepcional (o imposible) encontrar la palabra “azul”.
Homero en la Odisea, habla de un mar de color “vino-oscuro”, pero no azul (o quizás el vino que tomaban los griegos era azul?). Sin embargo, en ningún pasaje de la Ilíada y la Odisea, se encuentra ninguna referencia al azul… Un grupo de científicos realizó estudios en una población de Namibia (la tribu Himba) que no tiene el “azul” en su vocabulario. La parte del espectro de colores a la que hacen casi exclusiva referencia es el “verde”. Y de hecho, cuando se les mostraba una imagen con una gran cantidad de círculos pintados de verde y solo 1 o 2 de color azul mezclados con los anteriores, estos individuos tenían gran dificultad en identificar a los círculos azules (cosa que podían hacer de inmediato otras personas también evaluadas pero que no pertenecían a esta tribu). Por otro lado, cuando se les mostraba una hoja con un gran número de círculos que tenían pequeñas diferencias en las tonalidades de verde, podían identificar casi sin latencia de tiempo los círculos que mostraban sutiles diferencias. Esto le llevaba una cantidad de tiempo significativamente mayor a los “controles” estudiados que no pertenecían a los Himba.
Lo anterior no debería llamarnos la atención. Siguiendo un razonamiento darwiniano, la capacidad
de camuflarse dependía de poder “confundirse” en un ambiente (jungla) que era fundamentalmente verde. Y para el predador, era importante detectar a los que intentaban ocultarse en un contexto predominantemente verde (y viceversa….).
El “dilema” del vestido no debe confundirse con el “daltonismo”, mal llamado “ceguera para los
colores”. Esta alteración, nombrada por el famoso científico que la padecía (y que no
infrecuentemente hacía apariciones en la Academia de Ciencias con medias de colores diferentes), afecta a casi el 10% de los hombres y una baja proporción de mujeres. Causa una dificultad con diferentes grados de severidad para poder reconocer colores (más comúnmente el rojo y verde).
Las personas afectadas no reconocen el problema hasta que se hace obvio en los errores que caen durante la vida diaria.
Puedo entender la curiosidad masiva que este vestido causó en los medios. Es simple: a la gente le interesan los complejos procesos que usa el cerebro para interpretar y procesar el mundo en que vivimos. Pero si queremos realmente sorprendernos con algo, se debería comentar la prosopagnosia, un fenómeno causado por lesiones en la parte posterior del cerebro (lóbulo occipital) que es la que usamos para procesar las imágenes captadas por la retina. En esta patología neurológica, las personas pierden la capacidad de reconocer caras. Es decir, la capacidad -“inconsciente”- que tenemos para integrar una forma específica de labios, dientes, cejas, tamaño y forma de ojos, nariz, orejas etc, para “reconocerlos” como la persona que sabemos es cierto amigo, un colega, nuestro padre, mujer o hijos o simplemente a alguien que hemos visto quizás una sola vez en nuestra vida. Quienes padecen este problema, no reconocen a personas (incluso aquellas de su vida íntima) por la cara y tienen que usar el timbre de voz, perfume, estilo de vestimenta y otras características para identificarlas. Incluso si se les muestra la imagen de una cara invertida, no pueden reconocer que lo está. En algunos casos, estos pacientes pierden la capacidad de distinguir una cara humana de una animal! Si este tipo de fenómenos neurológicos le resultan de interés, entonces debe leer al gran neurólogo Oliver Sacks y probablemente comenzar con su reconocido libro “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero….”. Ahora, por lo menos, usted sabe que el individuo del título del libro no quería pasarse de listo. Sufría prosopagnosia…
“No vemos las cosas como son. Las vemos como somos nosotros…” Anais Nin (Escritora norteamericana)